Comer sin culpa

¿Alguna vez has sentido culpa después de comer?

¿No te parece extraño que este sentimiento aparezca cuando estamos desarrollando una de las funciones básicas y naturales del ser humano?
Pero es que en nuestra mente, se mezclan demasiadas cosas que nos hacen olvidar la verdadera función de la alimentación, pasando su función natural a un segundo plano.

Muchas veces, la relación con la alimentación es un reflejo de la relación que tienes contigo misma. Y la culpa, no deja de ser un sentimiento producido por algo que hiciste o que no hiciste y que se “suponía” que debías hacer o no hacer.
Y, ¿quién lo suponía? A veces esas suposiciones las marca la sociedad, otras la infancia, en cómo nos han educado y muchas veces es el resultado de nuestras propias experiencias la que nos lleva a sentir culpa.

Hace tiempo que abandoné esa palabra. Me gusta más la palabra responsabilidad.

¿Qué pasa cuando como algo que creo que debería / o no debería haber comedio, cuando como más rápido que los demás y me juzgo diciéndome a mí misma que eso está mal, cuando repito postre y me critico, etc. ?

Desde ese lugar, solo estás comiendo desde la mente, sin nutrirte ni darte cuenta de qué pasa dentro de ti realmente.

A veces comemos “de más” porque celebramos, porque nos aburrimos, porque sentimos pena… y sinceramente creo que no está mal, porque somos humanos y a todas nos pasa en algún momento de nuestra vida. El problema empieza cuando nuestros sentimientos solo tienen a la comida como única manera de manifestarse. Aún así, cuando la comida es reflejo de nuestras emociones, sean las que sean, en ese momento, lo último que necesitamos es sentirnos culpables. En ese momento, es mejor elegir comer con conciencia, pedazo a pedazo, intentado disfrutar del placer de comer, dejando la culpa a un lado por unos minutos.

A veces solo hace falta parar y decir: “Ok, voy a comer esto aunque creo que ‘no debo’, pero lo voy a comer a gusto y sin culpa”. Estoy segura que desde este lugar, aquello que comas va a saciarte muchos más en todos los aspectos. Y es que desde la consciencia seguramente acabarás comiendo mucho menos y sintiendo menos ansiedad.

Todo lo que nos prohibimos lo queremos el doble (piensa en cuando le prohibimos algo a un niño). Así que escúchate, disfrútate. Y si consideras realmente que esa culpa o esas emociones interfieren demasiadas veces en tus comidas, analiza el origen. Porque la solución a esto no va a ser comer menos, sino conocerte más y mejor. Y solo cuando conozcas el origen de todos estos sentimientos que te llevan a comer con culpa, podrás estar en paz contigo y sanarás de raíz tu relación con la alimentación.

Recuerda, no eres culpable de nada, eres responsable.

Te deseo que puedas vivir el resto del verano (y de tu vida) libre de culpa y de auténtico placer.

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